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«Vístanme despacio, que estoy apurado» por Lic. Damián R. Arregui

Damian Arregui
Damian Arregui

En mi juventud mi abuela me repetía la frase que titula este artículo cada vez que yo, apresurado, quería hacer varías cosas a la vez. Ella, persona muy sabía a pesar de que sólo había alcanzado el tercer grado, se lo atribuía a Napoleón Bonaparte; aunque algunos autores se lo  adjudican al Rey Fernando VII, a Carlos III, al Emperador Augusto, entre otros…

En realidad, esta sencilla frase que no aparenta una gran genialidad pudo ser usada por diferentes personajes de la historia, pero que seguramente se puede re significar de acuerdo al momento histórico, social o situacional en la que se utilice.

Volviendo a Napoleón, es probable que el Emperador la hubiera utilizado para una situación banal o mundana; pero si analizamos la situación política francesa de la época podemos observar en retrospectiva que el sueño revolucionario de julio de 1789 terminó con la monarquía de Luis XVI, pero también llevó al periodo de El Terror, que dejó entre 20.000 y 40.000 muertos y a un Emperador en el trono de la “Bella Francia”.

Así como la experiencia francesa, existen en la historia muchos ejemplos en los cuales las revoluciones vuelven rápidamente a un estado pre revolucionario o que, luego de conseguida la revolución, quienes acceden al poder toman las mismas formas y actitudes que tenían aquellos que enfrentaron y derrocaron.  

La Revolución Francesa, la Rusa, la Cubana y la China; la Guerra Civil Española, la Inglesa o la Guerra de Secesión Norteamericana, el surgimiento del Tercer Reich en Europa, son entre otros; son ejemplos que nos da la historia de levantamientos muy distintos desde lo filosófico, pero que todos tienen un denominador común: la intolerancia al que piensa distinto y la muerte.

Es por eso, que en esta posmodernidad de verdades liquidas, de tiempos veloces, de descreimiento, de deshumanización y de individualismo; escuchar a otros y acordar con otros (principalmente con los que piensan diferentes) es vital para solucionar los problemas que nos atormentan como sociedad.

Formar una comunidad integrada y unida, nos requiere ceder un poco en pos del bien común, nos interpela a romper prejuicios, nos obliga a tener conciencia de que las normas son para respetarse, nos moviliza a transitar el paso más trascendente que puede dar una persona: el paso del “yo” al “nosotros”.

Pero ese paso, no puede darse desde un grupo o facción; tiene que tener el mayor acompañamiento posible; así como debe respetar los tiempos sociales que la comunidad requiera. Eligiendo la evolución por sobre la revolución y sintiendo, que aunque este lejana, puede observarse una luz al final del túnel.

Porque es mejor unidos que dominados, por elegimos el tiempo a la sangre, porque sabemos que merecemos un país mejor, es momento de empezar un cambio profundo y perdurable; con pasión, con profesionalismo, con un proyecto claro e integrador y con la convicción de que podemos y debemos hacerlo.

 “…Para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres (y mujeres) del mundo que quieran habitar el suelo argentino…”

A ponerse las mejores pilchas, tenemos mucho que hacer…

*El autor de la nota es Profesor en EGB 1 y 2,  Profesor en Lengua y Literatura para Tercer Ciclo y Polimodal y Licenciado en Educación. En la actualidad ocupa el cargo de Director Coordinador en la Dirección de Bibliotecas, Organismos Artísticos e Industrias Culturales del Municipio de General Pueyrredón y de Director del Centro de Estudios y Formación Dr. Ramón Carrillo de la ciudad de Mar del Plata. También se desempeña  como docente en Escuelas Secundarias.

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