Don Manuel y un legado irrenunciable
Desde chico siempre he escuchado frases, dichos y menciones de la grandeza natural de nuestro país. De sus campos, de su diversidad climática, de sus paisajes, de la infinidad de recursos que existen en sus mares, ríos y por encima y debajo de sus suelos.
(Por Lic. R. Damián Arregui)
Pero también de los innumerables conflictos, dicotomías, antagonismos internos y revanchismos que se fueron sucediendo a lo largo de los doscientos años de historia nacional. Muchos de estos vinculados a intereses personales y/o de clase, que inspirados en motivaciones ideológicas o filosóficas.
En este contexto, la imagen, vida y el legado de Manuel Belgrano se presenta como un faro en la noche de tormenta; que ilumina el sendero que nuestro pueblo pocas veces se ha animado a recorrer. Su austeridad y honradez, su fervor por la educación, su amor a la libertad, su devoción por la justicia, su visión para el desarrollo de los pueblos y sus abnegación por la unidad americana nos siguen orientando hacia el camino de construcción colectiva de una comunidad integradora, justa y organizada.
Es por eso que, hoy no debemos recordar sólo al hombre que nos legó nuestra amada insignia patria sino al que con su vida y proceder se transformó en un modelo a seguir. Con el valor de los grandes héroes y la humildad para afrontar su destino de entrega y sacrificio con alegría y amor
Hoy, a doscientos años, recojamos su legado y tomemos sus valores como bandera. Con la firme conciencia de que no es necesario de transformarnos en los nuevos padres de la Patria; sino contentarnos con ser unos buenos hijos de ella.
Por una Nación libre, independiente y justa. Por una América unida y hermanada.
Don Manuel estaría orgulloso.
*El autor de la nota es Profesor en EGB 1 y 2, Profesor en Lengua y Literatura para Tercer Ciclo y Polimodal y Licenciado en Educación. Es Director del Centro de Estudios y Formación Ramón Carrillo de la ciudad de Mar del Plata. También se desempeña como docente en Escuelas Secundarias.