Columna de opinion

A propósito del reloj de la existencia arrojando tontos fuegos de artificio.

columna desobedeSer

No me refiero a ese capitalismo exterior, miserable, de pillaje
en términos llanos y disuasivos, llamado: Economía.
Más allá, sistema circulatorio, subterfugio recóndito,
aquel aspecto bonachón e inofensivo
del cual verdaderamente alimenta y se robustece el capitalismo salvaje
-su gran mérito, mal que nos pese-.
Hablo de seres que desean felices años nuevos
pero nunca los practican
de personas sin otra experiencia vital
que la del trabajo dignifica
sin más vida por delante
que contar los días que les restan para jubilarse.
Hablo de espíritus perplejos, convencidos de ser libres
por el solo nimio hecho de elegir entre aquella o esta vidriera
o escoger entre uno u otro banco
donde acreditar su sueldo
de individuos ahogados en la ampliación de sus bolsillos
acerrojados en el “no ser” de los mandatos
de adultos desfigurados en adultos en base a renunciar
a lo que soñaban ser de adultos
de adolescentes que nutren en tiktok rebeldías de pistolita de agua.

Gente que de la prisa hace apología de avanzar hacia la nada.

Sostenida en la dramática felicidad de cambiar el auto y remodelar el living
de esa cárcel de puertas abiertas que ni sospechan
del amor a lo Caín y Abel
del progreso como un aire acondicionado
de los cementerios atiborrados
con ese depresivo olor a “ya es tarde”
de quienes persiguiendo lo que se evapora
acabaron derrumbándose sobre el peso
de lo que el corazón no dicta.

Por eso cuando algún loco o ingenuo habla de revolución a secas
lo contemplo desde el sinsabor de la mala lectura.
No es fordismo. No es solo la economía.
¡Es el alma humana capitalista!

Si basta verlos, el cortocircuito en sus miradas,
cuando jactanciosos de sí mismos, aseguran:
-«El tiempo es oro.”
y un poema, pausadamente, les responde:
-NO. TODO LO CONTRARIO.
-“El tiempo es vida…”

Autor: Walter Stickar.